El
sonido del celular logró que Louis se despertara. Abrió los ojos un poco. La
única luz de la habitación provenía del celular, pero era lo suficientemente
brillante como para iluminar alrededor. El castaño siquiera recordaba dormirse.
Aún seguía usando la misma ropa con la que fue a la fiesta de Mark, y la
botella de José Cuervo estaba vacía al lado del teléfono, en la mesa de noche.
Le tomó unos segundos acostumbrarse a la luz antes de agarrar el teléfono, el
cual por cierto seguía sonando bastante fuerte. Además de eso, no se escuchaba
ningún ruido en la casa, lo que confirmaba que probablemente las chicas ya estuvieran
durmiendo. Antes de contestar miró la hora. Cinco menos cuarto de la madrugada.
¿Quién mierda me llama a esta hora?,
pensó el ojiazul.
-¿Hola?
–Contestó. Se sentó en la cama y se fregó los ojos.
-Hola,
estoy llamando del hospital St. George. ¿Conoce a Liam Payne?
-Si.
–Contestó rápidamente. Esa última oración logró despertarlo por completo.
-Disculpe
la molestia, pero el señor Payne tomó lugar en un accidente automovilístico. –Esperen, ¿qué? ¡Mierda! Quiso preguntar
si se encontraba bien, si le había pasado algo grave, pero la mujer siguió
hablando. -¿De dónde lo conoce?
-Es
mi mejor amigo. –No podía decir mucho más. Había entrado en shock.
-¿Conoce
a algún familiar o tutor legal que pueda venir? –Preguntó la mujer.
-S-si.
–Tartamudeó. –Estoy con su hermana. Ahora le digo que vaya.
-Bien.
Gracias, y perdón por la molestia. –Y antes de que pudiera hacerle otra
pregunta, cortó.
Se
levantó de un salto de la cama, se calzó fugazmente y salió de su habitación.
Corrió escaleras abajo. No había nadie. Volvió a subir saltando de dos en dos
escalones hasta llegar al piso de arriba nuevamente. Fue hasta la habitación de
su hermana. Estaban las cinco tiradas. Tres en la cama, y dos en el piso.
Localizó a _______ al toque. Era una de las que estaba tirada en el piso. Con la
cabeza apoyada en un bolso. Se arrodilló a su lado y comenzó a sacudirla.
-_______.
_______. Despertate. –Comenzó a susurrar el chico sin dejar de sacudirla.
-¿Qué?
–Respondió de mala gana la chica, sin abrir los ojos.
-Tengo
que hablar contigo. –susurró el m
ás grande de los Tomlinson.
-Ahora
no, Louis. –Respondió ella con voz adormilada, mientras se volteaba. Pero solo
logró estrellar la cabeza contra el piso. Cosa que no ayudó en nada a su dolor
de cabeza. Volvió a voltearse y finalmente abrió los ojos. –Tengo resaca y
todavía siquiera amaneció. ¿No puede esperar hasta mañana? –Preguntó de mal
humor. No le gustaba que la despertaran.
-No.
No puede esperar hasta mañana. Es de verdad urgente. –La chica levantó su
cuerpo levemente y miró alrededor. Todas las chicas seguían durmiendo.
-Bien.
–Respondió parándose. –Más vale que sea importante. –Se puso las ugg’s y salió
por la puerta de la habitación, seguida de Louis. -¿Qué es tan importante que
no puede esperar hasta mañana? –Preguntó _______ girando los ojos, mientras se
recostaba contra la pared. La cabeza aún le dolía, y los ojos le pesaban y le
pedían a gritos cerrarse. Las lagañas no ayudaban en absoluto.
-Liam
está en el hospital. –La chica abrió los ojos de golpe y se enderezó.
-¿¡Qué?!
–Gritó en un susurro. -¿Cómo que est
á
en el hospital? –Preguntó anonadada. Esa noticia había logrado despabilarla por
completo.
-Si,
tuvo un accidente de auto y está en el hospital. Me acaban de llamar. –El
corazón se le frenó de golpe, y luego volvió a latir con una velocidad
sobrehumana. El aire dejó de llegarle a los pulmones. Comenzó a sudar y el
labio le empezó a temblar.
-¿Es
en cerio? –Preguntó con un hilo de voz, viendo como las lágrimas se aproximaban.
–Si es una joda, es de muy mal gusto, Louis.
-No
te jodería con algo como eso. –Respondió él.
Sentía
lo que ella sentía. Esa angustia e impotencia. Saber que no podés hacer nada al
respecto, te pone más nervioso. Él había experimentado eso por su cuenta hace
unos años, en una situación similar. Y los acontecimientos del momento no
hacían más que recordarle ese sentimiento.
-¿Entonces
qué hacemos acá? ¡Llevame al hospital! –Exigió la chica. Louis simplemente
asintió y corrieron escaleras abajo. Se abrigaron con lo primero que
encontraron en el perchero, y corrieron al auto de Louis.
El
hospital quedaba algo lejos, y eso solo lograba que ambos chicos se alteraran. Durante
el camino a _______ no se le ocurrió mejor idea que implantarse la culpa del
acontecimiento sucedido con su hermano. No sabía por qué, ni tenía ideas
válidas para argumentar su fundamento, pero aún así sentía que de alguna
manera, eso había tenido que ver con ella. Se angustió el doble de lo que
estaba antes. Un millón de preguntas se cruzaron por su cabeza, pero no pudo
pronunciar palabra alguna. Estaba asustada. ¿Qué
le había pasado a su hermano? ¿Estaba bien, o no? ¿Qué fue exactamente lo que
pasó? ¿Qué hacía afuera a esa hora de la noche? Y así. No tenía tiempo de
responderse la pregunta a ella misma, que su mente ya estaba formulando otra,
dejándola más nerviosa que antes.
Había
estado lloviendo más temprano en la noche, y el pavimento aún estaba mojado y
brilloso. Las hojas que ya habían caído de sus árboles estaban pegadas en la
acera o en la calle, sucias y mojadas, quitándoles de esta manera todo su
atractivo. Las lágrimas se deslizaban a gran velocidad por su mejilla, y ya ni
se preocupaba por secarlas. Sabía que era caso perdido. Iba a continuar
llorando hasta tener a su hermano con ella.
No
le encontraba sentido al llanto. ¿Para qué llora la gente? Para nada. Para
romper las bolas. Llorar no sirve de nada. O eso era lo que ella creía. Pero de
todas maneras estaba ahí. Recostada contra la ventana, hecha un ovillo sobre el
asiento del acompañante, y derramando las suficientes lágrimas como para llenar
todo el Támesis.
Por
otro lado Louis no la estaba pasando mejor. Todo este problema le recordaba a
su padre. Había aprendido a vivir sin él, pero eso no quiere decir que de vez
en cuanto no tuviera sus derrumbes.
Manejaba
lo más rápido que se le era permitido, teniendo su cuidado. Se había puesto en
el lugar de _______ desde que se enteró de la noticia, y no podía hacer más que
comprenderla. Habiendo pasado por lo mismo, se supone que tendría que poder
aconsejarla o tranquilizarla. Pero simplemente no encontraba las palabras
adecuadas.
A
cada rato volteaba a verla, y la encontraba siempre en el mismo lugar. Finalmente
comprendió que las palabras a veces no son suficientes. Lentamente posicionó su
mano sobre la de ella y entrelazó sus dedos, logrando que ella se volteara a
verlo.
Mirarla
a la cara le partió el corazón en mil pedazos. Era como verse a él tres años
atrás. La misma angustia, incertidumbre y miedo recorrían cada una de sus
facciones.
Ella
agradeció el contacto que la inmovilidad del auto les proporcionaba. De verdad
necesitaba a alguien con ella en ese momento. Nunca hubiera podido lidiar con
todo sola. Y por alguna razón, le alegraba que ese alguien fuera Louis. Tal vez
por la experiencia que él ya había tenido, o tal vez fuera por otra cosa. Pero
se alegraba de tenerlo ahí.
Finalmente
llegaron al hospital St. George. Louis estacionó el auto de una manera que lo
harían reprobar su examen de conducir si estuviera dando la prueba. _______ le
soltó la mano a Louis recién cuando él retiró las llaves del auto, y ambos se
bajaron casi al mismo tiempo. El castaño esperó a que la chica rodeara el auto
para iniciar una caminata rápida hasta las puertas del mismo, la cual luego de
un par de segundos se convirtió en una corrida bastante veloz.
Entraron
y corrieron rumbo a la sala de emergencias, sin reparar en la gente que los
miraba confundidos. Dos chicos en pijama a las cinco y pico de la mañana
corriendo por los pasillos del hospital no es tan común como se cree.
Al
cabo de un par de minutos encontraron la sala de emergencia, y se dirigieron
inmediatamente hasta la recepción. Una mujer de mediana edad, con el cabello
rojizo amarrado en un moño bajo, y algunas marcas de la edad, levantó los ojos
de la pantalla de la computadora al segundo que escuchó las respiraciones
agitadas de ambos chicos.
-¿Puedo
ayudarlos en algo? –Preguntó la mujer, la cual recién reparaban que se llamaba
Alice. _______ había logrado dejar de llorar mientras terminaba su maratón
hasta la sala de emergencia, pero no sabía cuanto iba a tardar en romperse de
nuevo.
-Mi
hermano tuvo un accidente de auto. –Dijo ella, con el poco aire que le quedaba.
Decirlo en voz alta era el triple de peor que escucharlo de otra persona.
-¿Cómo
se llama su hermano? –Preguntó la mujer, con una calma excepcional.
-Payne.
Liam Payne. –Respondió Louis, al ver que la chica se había quedado sin habla.
La mujer tecleó unas letras en el teclado y al cabo de un minuto volvió a
hablar.
-Si,
está acá. -_______ tuvo ganas de clavarle un bisturí en el ojo por tal
estupidez. Claro que estaba ahí, sino no hubieran venido. –Fue ingresado a las
cuatro cuarenta y tres de la madrugada. –Louis vio las intenciones de estallar
de su acompañante, así que le agarró la mano, dándole la señal de que lo dejara
hablar.
-¿Puede
decirnos cómo está? ¿O qué le pasó? –Preguntó el chico. La voz le temblaba
levemente, pero trataba de controlarla.
-Lo
lamento, pero no. Esa información es confidencial. –Dijo la secretaria,
mirándolos por encima de sus pequeñas gafas cuadradas e insulsas.
-¡Pero
soy su hermana! –Gritó la castaña, mientras lentamente perdía los estribos. Su
hermano se podría estar muriendo, y ella no lo sabría. Claro que eso era pensar
lo peor, pero la vida siempre le había enseñado a hacer justamente eso.
-Lo
lamento, señorita Payne. Realmente, si pudiera se lo diría, pero no tengo esa
información. Solo se que en este momento lo están revisando. No se cuanto va a
tardar, pero mientras tanto pueden sentarse en la sala de espera.
Nuevamente
la chica iba a explotar, pero Louis la contuvo y la alejó lentamente del
escritorio de la secretaria y la guió hasta la sala de espera contigua. Ésta
estaba vacía. Siquiera había la habitual música que ponen siempre en las salas
de espera. Las revistas del año del pedo acomodadas en forma de abanico sobre
la mesa de madera en el centro de la pequeña sala. Un pequeño dispensador de
agua en la esquina opuesta a la puerta, y varias sillas azules decoraban la
sala. Sin embargo, el más grande de los Tomlinson optó por sentarse en el piso,
recostados contra una pared. Pensó, y estuvo acertado, que la chica iba a
querer tener las rodillas a la altura de su cara para poder recostarla en
ellas.
Segundos
después, las lágrimas se disparaban de sus ojos velozmente. Él se sentó a su
lado. Ese olor, el olor a hospital, a alcohol etílico y guantes de látex, le
daba nauseas. Pero tenía que pretender estabilidad por ella. La abrazó y arrimó
su cara a su cuello, mientras sobaba lentamente su espalda. No sabía que decir,
ni cómo actuar. Pero estaba haciendo su mejor esfuerzo.
-Tranquila.
–Logró susurrar cuando un sollozo de la chica lo preocupó.
-Tengo
miedo, Louis. –Pronunció ella en un sollozo, aún escondiendo su cabeza en el
pecho de él.
-Lo
se. –Respondió él, mientras la apretaba más contra sí mismo.
-Decime
que todo va a estar bien. –Levantó la cabeza para mirarlo. Los ojos estaban
rojos e inchados, y sus mejillas llenas de lágrimas. Su nariz había alcanzado
un color rosado, tirando a rojo, y sus pestañas estaban mojadas. Él quería
decírselo. Quería decirle que todo iba a estar bien. Que se iba a solucionar.
Que Liam iba a salir caminando por esa puerta, como si no hubiera pasado nada.
Pero, ¿qué garantía tenía de eso? No quería darle falsas expectativas, pero a
su vez lo último que quería era destrozar la poca esperanza que le quedaba. No
quería hacerle promesas que luego no pudiera cumplir. –Por favor, Louis.
–Insistió con la mirada perdida en sus ojos. –Necesito escucharlo de la boca de
alguien. Incluso si no es verdad. Solo necesito que me lo digas. –Él se la
quedó mirando. Su semblante triste, el camino de lágrimas recorriendo sus
mejillas, sus largas pestañas empapadas de lágrimas… Tomó su cara con ambas
manos y limpió el rastro de llanto de debajo de sus ojos.
-Todo
va a estar bien. –dijo al fin. Y luego volvió a abrazarla. Haría lo que fuera
que le pidiera con tan solo una mirada. No podía negarse a esa justo. Pero la
pregunta está en, ¿se lo decía a ella o a él mismo?
Se
quedaron un par de minutos en silencio, en los cuales lo único que se escuchaba
en toda la sala eran los sollozos de ______. Louis no soportó más y comenzó a
hablar, al menos para llenar el espacio.
-Todavía
me acuerdo la última vez que estuve acá. –Suspiró recordando el escenario hace
once o doce años atrás. -¿Vos te acordás? –La chica asintió con la cabeza
levemente. –Recuerdo que estábamos jugando en ese parque después de comer.
Habíamos ido a una tarde de picnic, ¿no? –No esperó a que ella contestara y
siguió con el relato. –Había una gran colina, que terminaba en un bosque.
Bueno, tal vez no era tan grande, pero lo parecía en ese entonces. Y a vos se
te ocurrió la brillante idea de subir la colina, y luego rodar hasta abajo.
–Hizo una pausa luego de reír levemente y se alegró que al menos su historia la
había mantenido lo suficientemente entretenida como para que pare de sollozar.
–Y yo tuve la brillante idea de secundarte. Nos odiábamos, pero para hacer
ideas estúpidas, éramos los mejores amigos. –Vio como se limpió las lágrimas de
la mejilla con el puño de la campera y levantaba la mirada para mirarlo. Había
un indicio de sonrisa en su cara, y ya no lloraba con tanta frecuencia. Al
menos la historia estaba ayudando. –Al final, todos terminamos estancados en un
arbusto diferente, que nos impedían llegar al pie de la colina, los cuales,
obviamente, eran venenosos. Con nuestra suerte no tuvimos que haber esperado
mucho menos. –Finalmente logró que una pequeña risa se colara por sus labios. Sonrió al escucharla. –Recuerdo llegar al hospital, y pararnos frente a ese
mismo escritorio. Mientras nuestros padres hablaban con la secretaria, todos
llorábamos y nos quejábamos por el incesante ardor en todo nuestro cuerpo. Pero
vos no. Vos estabas riéndote a pata suelta de lo gracioso que se veía Harry con
la cara roja y llena de puntos más oscuros. –Nuevamente ella rió.
-Alguien
tuvo que haber sacado una foto de Harry en ese momento. –Comentó mientras se
acomodaba. Se sentó correctamente y apoyó la cabeza en mi hombro. –Parecía un
petit morrón con rulos. –Esta vez el que rió fue Louis.
-Lo
recuerdo. ¿Cómo olvidarlo? –Estuvieron un momento en silencio mirando a la
pared de en frente a ellos.
-Gracias.
–Dijo ______, mientras entrelazaba su mano con la de él. Era raro de ella
comportarse así, pero no estaba en su mejor momento. Estaba con resaca, o
probablemente aún no se le había pasado la borrachera, estaba triste, y
necesitada. Eso explicaría más o menos por qué actúa así.
-De
nada. –Respondió, acompañado de un beso en la cabeza. No sabía como actuar. Se
estaba por volver loco. Esperó unos segundos y agregó. –Se por lo que estás
pasando. Y se que no es lindo. Y la verdad no se cómo hacer para ayudarte a
sentir mejor. Y lo lamento.
-Si
sirve de algo, no vas tan mal… -Soltó una risa en forma de bufido.
-Gracias.
Estuvieron
otros interminables diez minutos en completo silencio, tratando de mantener las
mentes alejadas de lo peor, aunque era difícil. Finalmente se escucha un ruido
de una puerta abrirse. Giraron la vista hacia la de la sala de espera, pero
seguía intacta. Sin embargo, unas voces se escucharon de detrás de la misma.
-Ahora
a hacer reposo. –Se escuchó la voz de un hombre. –No fue una fractura para nada
linda, Liam. –El mundo de la chica se llenó de luz de la nada. Se paró del piso
casi por inercia y continuó escuchando la conversación. Se sentía aliviada. Su
hermano podría tener todo el cuerpo fracturado, pero al menos estaba vivo. Y
eso es lo que importa.
-Claro.
–Esa era la voz de su hermano. Sintió que el corazón se le aceleraba.
-Mantén
la pierna en alto. Y por lo menos por tres días tratá de hacer reposo absoluto.
-Por
supuesto, doc. –Respondió Liam.
-Nos
vemos en dos semanas para sacarte el yeso. Hasta entonces.
Pasaron
alrededor de diez segundos desde esa despedida en las que no se movió la
puerta, y _______ se comenzaba a impacientar. La puerta se abrió y entró Liam
con unas muletas en la mano y un yeso en el pie izquierdo que le llegaba hasta
poco debajo de la rodilla. Tenía un par de rasguños en la cara y en los brazos,
y su camisa estaba sucia, rasgada, y tenía rastros de sangre por todos lados.
Pero eso no importó en lo absoluto. Porque estaba bien. Y eso era todo lo que
le bastaba a ella para sentirse completa otra vez.
-¡Liam!
–Grito la chica antes de correr a abrazarlo.
-¡Auch!
–Exclamó él cuando la castaña lo apretó.
-Callate
conchudo del orto, te voy a abrazar y te vas a dejar abrazar aunque te duela el
pelo, ¿entendiste? –Le habló aún abrazándolo.
-Ahí
van mis falsas expectativas de un hola común y corriente. –Dijo antes de tirar
las muletas al piso y devolverle el abrazo a su hermana, sin importarle cuanto
le doliera el cuerpo entero. El alivio que sentía ella en ese momento era
impresionante.
-Liam,
¿estás bien? ¿Qué pasó? –Se apresuró a preguntar Louis, llegando hacia donde
los dos hermanos se abrazaban.
-Si,
si. Estoy bien. Los médicos dicen, en otras palabras, que la saqué barata. Pudo
haber sido mucho peor. Pero ahora estoy bien. –Respondió este, sin soltar a su
hermana.
-Yo
te juro, que dicen pelotudo y levantás la mano. –Dijo ésta, separándose del
abrazo, pero aún teniéndolo agarrado. Sus muletas estaban en el piso, y no
podía mantenerse en pie por si mismo.
-¿Y
ahora que hice? Juro que esto no fue mi culpa. –Se quejó Liam, con un deje de
diversión en la voz.
-¡Me
hiciste sufrir como condenada! –Exclamó de la misma manera. –Estaba tan mal que
hasta abracé a Louis. Juzgalo vos mismo.
-Y
me agradeció. –Aportó el ojiazul, reprimiendo una risa.
-Y
le agradecí. –Secundó _______. Liam solo rió.
-Deberías
de haber estado delirando. –De repente todo el problema y la tensión que había
entre ambos hermanos desapareció. O bueno, más bien _______ decidió no
mencionarlo y simplemente olvidar el tema por un rato.
-Por
tu culpa. –Liam volvió a reír. Extrañaba a su hermana, y no iba a preguntar
porqué el cambio repentino de actitud. No iba a hacer nada para arruinar este
momento.
-Vamos.
Los llevo a casa. Ya son pasadas las seis. –Mencionó Louis, juntando las
muletas y devolviéndoselas a Liam.
….
-Fin
de la narración.-
-Narras
tu.-
-¿Seguros
que van a estar bien? –Preguntó una última vez Louis.
Estábamos
en la puerta de entrada de mi casa luego de un realmente incómodo viaje en
auto. Nadie mencionaba ni una palabra. Yo me sentía estúpida por haberme
mostrado tan débil frente a Louis, y buscaba una manera de pedirle perdón a
Liam por todo. Supongo que Louis tenía la mente ocupada con el tema de su
padre, y Liam andá a saber en qué pensaba. Pero no intercambiamos palabras en
todo el camino a casa.
-Si.
Nosotros nos manejamos. Espero… -Respondí con una sonrisa mientras tenía a mi
hermano apoyado en mi hombro.
-Siempre
me puedo quedar y ayudar en lo que sea…
-No
te preocupes, bro. –Respondió esta vez Liam. –Dentro de un par de horas llega
Mary. Nos arreglamos.
-Cualquier
cosa me llaman y vengo, eh. –Asentimos al mismo tiempo. Estaba cansada, y no
olviden que todavía tenía una de las resacas más grandes de este año. –En
cerio.
-Si,
Louis. Andate. Ya bastante que me tuve que bancar tu cara fea toda la noche.
–Respondí girando los ojos.
-Mi
cara es hermosa. Y mirarla no es un obligación mala. Es un placer. Deberías de
sentirte afortunada. –Respondió bajando los escalones de la entrada de
espaldas.
-Claro,
mi amor. –Dije sarcásticamente mientras cerraba la puerta.
Ayudé
a Liam a subir las escaleras hasta llegar a su cuarto.
-Supongo
que vas a querer bañarte… -Dije entrando a su cuarto antes que él, para prender
las luces y eso.
-Creo
que hubiera sido mejor no echar a Louis tan rápido… -Di una risa nerviosa y él
me imitó. ¿Por qué tenía que ser todo tan incómodo?
-O
puedo llamar a Alison. Estoy segura que no duda en ayudar… -Dije con una
sonrisa, para romper la tensión del momento.
-¿Vos
querés que te ponga la muleta de sombrero? –Preguntó gracioso.
-Admití
que te encantaría que ella te bañara… -Comenté ya un poco más relajada,
mientras lo ayudaba con la camisa.
Finalmente
se metió en la ducha. No teníamos una bolsa de plástico para cubrir el yeso de
mojarse, así que tuvo que dejar el pie con el yeso afuera mientras se bañaba.
En el interín yo me dediqué a ordenar un poco su cuarto. ¿Yo? ¿Ordenando?
¿Dónde se vio?
Cuando
salió lo ayudé a vestirse y a acostarse en su cama. Lo tapé y arreglé las
almohadas. ¿Faltará algo más hacer que pueda ayudar?
-¿Precisás
algo más? –Pregunté en un suspiro.
-No.
–Respondió acomodándose en la cama.
-¿Tenés
hambre? Puedo preparar algo de comida…
-Estoy
bien. –Insistió. Me quedé parada inmóvil en el medio de la habitación.
-Está
empezando a enfriar bastante. Tal vez podría traer un par de frazadas o…
-______,
-Me interrumpió. –te dije que estoy bien.
-Okey.
–Respondí con una timidez ajena a mí. –Cualquier cosa, pegame el grito. –Le
dije dándome la media vuelta para ir a mi cuarto.
-_______,
esperá un segundo. –Volví a voltearme esperanzada. -¿Podemos hablar?
-¿Ahora?
–Pregunté jugando con los dedos de mis manos.
-Si.
Ahora. –Respondió sin apartar la mirada de mis ojos, lo cual me intimidaba de
sobremanera. Lo dudé unos minutos.
-Okey.
–Acepté al fin, mientras me acercaba lentamente hasta su cama.
-Bueno,
pero si vamos a hablar, que sea con sinceridad. –Lo miré sin comprender. –No me
va esto de que sigas pretendiendo que no pasó nada. Porque pasó. Y el panorama
no va a mejorar hasta que hablemos de ello.
-Tal
vez lo haga. Personalmente, soy una fan de ignorar los problemas hasta que
eventualmente desaparecen. –Respondí tratando de agregar un poco de humor a la
conversación, o probablemente terminaría llorando antes de siquiera empezar.
-Yo
no. Y quiero hablar de eso. No quiero pasar semanas, o incluso meses, esperando
a que las cosas mejoren, y mientras tanto vos me hables como si fuera el abuelo
enfermo de tu novio. –Bajé la vista a mis manos que jugaban nerviosamente con
la sábana de la cama de Liam.
-Bien.
–Respondí en un suspiro. –Hablemos del problema.
-Ahí
está la cosa. No quiero hablar del problema. No me importa el “problema”. Me
importa el hecho de que hayas creído las cosas que te dije. –Genial. Justo a
donde no quería llegar… -¿Quién te metió en la cabeza que eso es cierto?
-¿Además
de vos? –Dije a la defensiva volviendo la cabeza para mirarlo. Me sostuvo la
mirada. Inmediatamente me arrepentí del comentario. –No es solo que me lo hayan
dicho. Me conocés. No creo en lo que las personas dicen sobre mí. Es solo que…
analizándolo… tanto Harry como vos tienen un punto.
-¿Qué
punto?
-Ambos
me dijeron lo mismo. Que era egoísta…
-Pero
no lo sos. –Me interrumpió. –Tanto Harry como yo estábamos enojados cuando lo
dijimos.
-¿Y
si sí lo soy? –La pregunta vino acompañada de un nudo gigante en el pecho,
aviso de que las lágrimas estaban por llegar. –Es decir… Hay que admitir que
básicamente todas las cosas que hago son por interés propio. Por ejemplo… Unir
a los profesores. Todo a mi beneficio. O el simple hecho de que siempre estoy
obligándolos a hacer lo que yo quiera. Que los haya hecho hacer un tatuaje solo
porque yo quer ía.
-Te
nublaste la mente con todas las cosas malas, que ni siquiera pensaste en las
cosas buenas que hacés a diario. –Lo miré confundida. –Ultimamente me estuve
fijando en algunos detalles. Como que le hayas dicho a Micki que te mandara un
mensaje cuando llegara a su casa. O defender a Niall cuando lo molestamos. O
que cada vez que te subís al auto le recordás a Harry que se ponga el cinturón.
O aquella vez que humillaste completamente a Jackson por engañar a Alison hace
un año. Y, ¿te pensás que no noté que elegís siempre a Zayn de pareja en la
clase de danza para que no se sienta mal por ser horrible bailando? Puede ser
que no te des cuenta, pero estás todo el tiempo pendiente de los demás. Hay
muchas maneras de demostrarle a los demás que te importan. Así que quiero que
dejes de pensar esa estupidez, porque si tengo que organizar una intervención e
invitar a todo el colegio para demostrarte lo contrario, te juro que lo hago.
–A esta altura las primeras lágrimas ya se habían resbalado por mis mejillas.
-A
veces tengo miedo, ¿sabías? –Comenté al cabo de un minuto. –Tengo miedo de que
eventualmente, las personas terminen cansándose de mi actitud y se vayan. Es
bobo, pero… -No pude completar la frase.
-Bueno,
si eso pasa, tenés una garantía de que siempre me vas a tener a mí. Porque no
importa lo mucho que me saques de quicio, lo molesta que podés llegar a ser, lo
insoportable, o lo egoísta, al final del día, sos mi hermana. Y te amo más que
a nadie en el mundo. –Luego de unos segundos volvió a hablar. –Eso sí, no puedo
hacer mucho si vos te alejás de mí… -Emití una pequeña risa mientras me
limpiaba las lágrimas.
-Eso
no va a pasar. Sabés que te necesito más que a nadie. Porque me hacés reír más
que cualquiera, y soy la mejor versión de mí cuando estoy contigo. Y sobre
todo, porque cuando no estás, no se siente bien hasta que volvés. Sos
literalmente lo único que tengo. No puedo perderte a vos también.
-Vení
acá. –Estiró los brazos para que yo me acostara a su lado, y obedecí. –Vos
también sos lo único que tengo. Pero por ahora, sos lo único que necesito. Y,
la próxima vez que se te cruce por la cabeza que estoy mejor sin vos, recordá
que casi muero en tu ausencia. Capaz que se te pasa la estupidez… -Reí y le
golpeé suavemente el pecho, consciente de que aún seguía lastimado.
-Sos
un desastre.
-¿Sabés
que otra cosa soy? –Preguntó ahora mucho más animado.
-¿Qué?
-Batman.
-¿Batman?
-Batman.
–Insistió. Me acompañó con su risa por un rato.
-¿Querés
saber algo raro? –Pregunté luego de un par de minutos de completo silencio.
-Siempre.
–Respondió con un tono de voz completamente diferente al de antes.
-Más
temprano, me desperté exaltada después de una pesadilla. No la recuerdo muy
bien, pero creo que me iban persiguiendo. Era una persecución. Habían armas, y
disparos. Y yo iba en auto. Y justo cuando iba a chocar contra un tren, no me
preguntes por qué un tren, me desperté. Vos sabés que siempre pensé que los
sueños tenían una relación con la realidad. Pero simplemente lo ignoré porque
estaba borracha, y además puede ser que haya sido por la historia que Louis me
había contado de su padre hace un par de días. El tema es que traté de volverme
a dormir, y a los veinte o treinta minutos Louis me despierta para decirme lo
de tu accidente. Conociéndome, sabés que iba a pensar algo así, ¿no? –Hablé aún
recostada en su pecho.
-¿Qué
decís? ¿Que todas esas veces que jodimos con tener “poderes de mellizos” era
posta?
-No.
No existe tal pelotudez como “poderes de mellizos”, tarado. Solo que… Creo que
de alguna manera sentí lo que vos sentías. Sentí que te había pasado algo.
Capaz es coincidencia, pero bueno, sabés que no creo en las coincidencias… Ya
se, estoy re loca.
-No…
Puede ser lo que estás diciendo. El otro día, vos estabas extremadamente feliz
por algo, y de la nada yo también estaba feliz. El día del comienzo del otoño,
¿te acordás? Y lo eh sentido antes. Es raro. No tengo sentimientos fijos, pero
si como una alerta.
-Y…
¿por qué? –Pregunté, esperanzada de que él supiera la respuesta.
-No
tengo ni la más pálida idea…
-Zac
Efron. –Respondí seria sin mirarlo.
-¿Eh?
–Preguntó confundido mi hermano.
-Zac
Efron es la respuesta para todo.
-¿Y
eso por qué?
-Porque
está divino. Duh.
-------------------------------------------------------------------------------------------------
Eh aquí capítulo. Mátenme si quieren, pero primero escuchen mi defensa. Estuve de viaje hasta hace una semana y media, más o menos, y cuando llegué me puse a escribir, pero este capítulo, como habrán visto, es heavy. Tenía que pensar bien que poner, y como expresarme, y aún así siento que no está bien escrito. Está lleno de emociones diferentes, y expresarlas no fue fácil. Es más, no pude hacerlo realmente. Pero me pareció mal que pasaran más tiempo sin capítulo, así que simplemente hice lo que pude, y esto es lo que salió. Perdón por la tardanza. Las adoro a todas!!!!
-Juuu :):):)